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Tenía tan prietos los labios que casi no se le veían, sus ojos desencajados miraban tristes hacia adelante con expresión de fatalidad, pero parecía ciega. Aunque no podía decirse que fuese fea, percibíase claramente en ella una tensión que la desfiguraba como si estirase todo su cuerpo y le contrajese el rostro hasta causarle dolor.
Máximo Gorky, Por el mundo
Aunque la ambición sea en sí misma un vicio, a menudo es causa de virtudes.
Marco Fabio Quintiliano
-Amigo mío, voy a reunirme con mi dulce Mariana (decía Robin con un hilo de voz). Entiérrame donde caiga esta flecha.
Y con un gran esfuerzo, Robin tensó el arco y disparó su última flecha, Ésta salió a través de la ventana de la celda y fue a clavarse en el prado que rodeaba el monasterio. Johnny lloró horas y horas la muerte de su amigo. Después cavó la fosa en el lugar en el que había caído la flecha y lo enterró.
Anónimo, Robin Hood
Curioso es ver cómo, puesta el alma en el crucero de dos caminos que la reclaman con igual fuerza o la convidan con igual halago, libra a veces a una respuesta de la fatalidad la solución de la incertidumbre que no ha sido capaz de disipar por determinación voluntaria.
José Enrique Rodó, Motivos de Proteo
El ser humano, desde que nace hasta que muere, es una máquina de romper juguetes.
Amado Nervo
Una semana después aún no había recibido noticias suyas. No la vi en las clases de la universidad, ni me llamó. Cada vez que volvía a la residencia miraba si tenía algún recado, pero no me había llamado nadie. Una noche, para cumplir mi promesa, intenté masturbarme pensando en Midori, pero no resultó. No me quedó otra solución que, a medias, sustituirla por Naoko, pero ni siquiera la imagen de Naoko fue de gran ayuda. Acabé sintiéndome estúpido y desistí. Me tomé un vaso de whisky, me lavé los dientes y me acosté.
Haruki Murakami, Tokio Blues
Posee la belleza que comparten todas las chicas de las historias de amor, una belleza que muchas de las chicas de todo el mundo, y también de Irán, que leen esas historias desean poseer.
Shahriyar Mandanipour, Una historia iraní de amor y censura
El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir.
Alejandro Dumas
En mis viajes encontré un brahma anciano, sujeto muy cuerdo, instruído y discreto, y con esto rico, cosa que le hacía más cuerdo; porque como no le faltaba nada, no necesitaba engañar a nadie.
— Voltaire Historia del buen Brahma
Crecí para ti. Tálame. Mi acacia implora a tus manos su golpe de gracia.
Juana de Ibarbourou