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Si siempre estamos dispuestos a ser felices, es inevitable serlo alguna vez.
Blaise Pascal
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente.
Ludwig Wittgenstein
Una semana después aún no había recibido noticias suyas. No la vi en las clases de la universidad, ni me llamó. Cada vez que volvía a la residencia miraba si tenía algún recado, pero no me había llamado nadie. Una noche, para cumplir mi promesa, intenté masturbarme pensando en Midori, pero no resultó. No me quedó otra solución que, a medias, sustituirla por Naoko, pero ni siquiera la imagen de Naoko fue de gran ayuda. Acabé sintiéndome estúpido y desistí. Me tomé un vaso de whisky, me lavé los dientes y me acosté.
Haruki Murakami, Tokio Blues
Cuando ya había recorrido tanto trecho que lo mismo me importaba proseguir que regresar, se desvaneció de pronto aquella calma que me había seducido. No era todavía la tempestad, pero sí la marejada y el oleaje cada vez más grueso.
Séneca, Epístolas morales a Lucilio
Beranger provocaba en mí una alegría irrefrenable, un deseo de hacer trastadas, de decir a todo el mundo palabras insolentes, mordaces, y, en poco tiempo, hice muchos progresos en este aspecto. Sus poesías también me las aprendí de memoria; entraba en las cocinas por unos momentos y se las leía a los asistentes con mucho entusiasmo. Pero pronto hube de renunciar a ello, pues los versos: «a las diez y siete toda muchachita ¡con cualquier sombrero está bonita!» suscitaron una asquerosa conversación acerca de las muchachas; aquello me ofendió hasta ponerme furioso.
Máximo Gorky, Por el mundo
Pero lo cierto es que mi memoria se ha ido alejando de aquel prado y son ya muchas las cosas que he olvidado. Al escribir así, persiguiendo mis recuerdos, a menudo me asalta una inseguridad terrible. ¿No estaré olvidando la parte más importante? ¿Acaso no existe en mi cuerpo una especie de limbo de la memoria donde todos los recuerdos cruciales van acumulándose y convirtiéndose en lodo?
Haruki Murakami, Tokio Blues
Odio y evito el vulgo profano. ¡Silencio! Sacerdote de las musas, canto a doncellas y mancebos canciones nunca antes oídas.
Horacio
¡Adiós! En la noche inmensa, y en alas del viento blando, veré tu barca bogando, la vela impoluta y tensa. Herida el alma y suspensa, te seguiré, si es que puedo; y aunque iluso me concedo la esperanza de alcanzarte, ante esa vela que parte, yo sólo sé que me quedo.
Nicolás Guillén
Ningún ejército puede detener la fuerza de una idea cuando esta llega a tiempo.
Victor Hugo
Si la sabiduría se midiese por la longitud de las barbas, las cabras serían filósofos.
Alain Mabanckou