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Tenía tan prietos los labios que casi no se le veían, sus ojos desencajados miraban tristes hacia adelante con expresión de fatalidad, pero parecía ciega. Aunque no podía decirse que fuese fea, percibíase claramente en ella una tensión que la desfiguraba como si estirase todo su cuerpo y le contrajese el rostro hasta causarle dolor.
Máximo Gorky, Por el mundo
Se ha dicho que la locura es un exceso de subjetividad, es decir, un estado en el que el alma se entrega demasiado a su trabajo interior y poco a las impresiones que vienen de fuera. En Tomás Roch esta indiferencia era casi absoluta. No vivía más que dentro de sí mismo, presa de una idea fija, cuya obsesión le había llevado donde estaba. Difícil, pero no imposible, era que se produjera una circunstancia, un contragolpe que le «exteriorizase», para emplear una palabra bastante exacta.
Julio Verne, Ante la bandera
La vida nos ha sido concedida con la limitación de la muerte; hacia esta nos dirigimos. Temerla es, por tanto, una insensatez, ya que los acontecimientos seguros se esperan; son los dudosos los que se temen.
Séneca, Epístolas morales a Lucilio
Lo importante no es tener muchas ideas, sino la idea oportuna en cada caso.
Juan Zorrilla de San Martín
Una semana después aún no había recibido noticias suyas. No la vi en las clases de la universidad, ni me llamó. Cada vez que volvía a la residencia miraba si tenía algún recado, pero no me había llamado nadie. Una noche, para cumplir mi promesa, intenté masturbarme pensando en Midori, pero no resultó. No me quedó otra solución que, a medias, sustituirla por Naoko, pero ni siquiera la imagen de Naoko fue de gran ayuda. Acabé sintiéndome estúpido y desistí. Me tomé un vaso de whisky, me lavé los dientes y me acosté.
Haruki Murakami, Tokio Blues
Toda máquina está en proceso de extinción.
Bioy Casares
El movimiento veloz que agita el mundo no se oye sino andando.
Felicité de Lamennais
Aunque la ambición sea en sí misma un vicio, a menudo es causa de virtudes.
Marco Fabio Quintiliano
El hombre más feliz del mundo es aquel que sabe reconocer los méritos de los demás y puede alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.
Johann W. von Goethe
Beranger provocaba en mí una alegría irrefrenable, un deseo de hacer trastadas, de decir a todo el mundo palabras insolentes, mordaces, y, en poco tiempo, hice muchos progresos en este aspecto. Sus poesías también me las aprendí de memoria; entraba en las cocinas por unos momentos y se las leía a los asistentes con mucho entusiasmo. Pero pronto hube de renunciar a ello, pues los versos: «a las diez y siete toda muchachita ¡con cualquier sombrero está bonita!» suscitaron una asquerosa conversación acerca de las muchachas; aquello me ofendió hasta ponerme furioso.
Máximo Gorky, Por el mundo