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Es ignorancia no saber distinguir entre lo que necesita demostración y lo que no la necesita.
Aristóteles
El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir.
Alejandro Dumas
Hoy no brilla la luna; sé que las cosas no marchan bien. Esta mañana, cuando salía de casa con todo cuidado, Chao el Ricachón me ha mirado de una manera aún más extraña: como si me tuviera miedo, como si quisiera matarme.
Lu Xun, Diario de un loco
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela Es dar la vuelta al mundo Atravesar sin brújula la rosa de los vientos Islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas No es tarea fácil – si placentera – No creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadas Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas.
Gioconda Belli
Sus ojos oscuros se clavaban inmóviles en el adversario, y era difícil aguantar el peso de aquella mirada agobiadora, que me hacía recordar al enfermo con manía de grandeza.
Máximo Gorky, Mis universidades
Lo importante no es tener muchas ideas, sino la idea oportuna en cada caso.
Juan Zorrilla de San Martín
La primera vez que vi tu cola desnuda dirigiéndose al baño, tuve la sensación de estar mirando algo de una belleza difícil de superar. Pedirte que mantengas esa cola a esa altura en la tabla de posiciones sería pedirte un imposible, sería pedirte que compitas con vos misma. Sé que no tengo derecho a pedirte eso, pero vos sí tenés derecho a pedirme que cuide tu cola en mis pensamientos.
Dalmiro Saenz, Carta abierta a mi futura ex-mujer
Nadie llega a la cima del Everest por casualidad.
Anónimo
¡Se entraba al santuario por un orificio redondo en la falda del cerro, apenas mayor que las aperturas redondas que hay a la entrada de los gallineros. Los fieles y los que venían a pedir información al dios entraban arrastrándose por el agujero y se encontraban en un espacio oscuro e infinito en presencia de Agbala. Nadie había visto jamás a Agbala, salvo su sacerdotisa. Pero nadie que hubiera entrado en aquel temible santuario había salido de él sin temor a su poder. La sacerdotisa estaba junto al fuego sagrado que hacía ella misma al fondo de la cueva y proclamaba la voluntad del dios. El fuego no tenía llama. Los leños en ascuas no servían más que para iluminar vagamente la figura sombría de la sacerdotisa.
Chinua Achebe, Todo se desmorona
El movimiento veloz que agita el mundo no se oye sino andando.
Felicité de Lamennais